Bueno, no todo. Aunque hago siempre
esfuerzos por guardar los: “secretos”.
Cierta vez, un famoso premio nobel
de literatura dijo que los escritores redactamos mentiras, que deben ser,
parecer y hasta “oler” a verdad. Desde luego pienso que nuestra fecunda
imaginación es la culpable directa de ello.
Ahora creo que hago bien en decir en
toda reunión a la que soy invitado: no me cuenten nada, que lo escribo todo.
Pero, dicha mi advertencia, sucede
todo lo contrario. Cada uno de los presentes se esmera en contarme fragmentos
de su vida, pasado, anécdota, etc.
Ayer una amiga me narró su
convulsionada experiencia, cuando en un descuido “perdió” a su hija de cinco
años en nuevo centro comercial. Escuchar de la misma fuente los episodios de la
desesperación, el miedo que gradualmente ascendía para transformarse en pánico.
Su esposo que le hacía tanta falta y estaba de viaje. Las dudas, si comunicarse
con él o no. Corrió, buscó, preguntó. Las lágrimas que trató de contener, pero
que irremediablemente desbordaron y en su paso quitaron el maquillaje,
otorgándole un rostro de loca, según ella. La gente que actuaba con
indiferencia o que solo atinaba a decirle: cálmese. Pero era su hija, y ella se
derrumbaba cada segundo más y más. Su corazón le latía hasta en las sienes. Fue
entonces que llegó lo peor; un miembro del equipo de seguridad creía haberla
visto de la mano de… otra mujer. Ella se sintió morir, pero extrajo fuerza y
corrió hasta el lugar para seguir buscando. Finalmente el equipo de seguridad,
reprodujo lo grabado por las cámaras desde el tercer nivel. Vieron como en
cuestión de segundos la niña se liberó de sujetar el pantalón de su madre y
mientras ella seleccionaba su perfume, la pequeña ya llegaba a la escalera
automática y con la mayor confianza y ante la vista de todos, actuaba de lo más
normal. Luego corría para alcanzar la otra escalera. Llegó así al primer nivel
e ingresó a los juegos, mezclándose con los otros niños. Pero no todo terminó
aquí. Tal vez por el calor que sentía un minuto después se quitaba la chompita azul con dibujos de maripositas
y se quedaba con un polo de manguitas largas color crema. Todos buscaban la
niña de la chompita azul con el dibujo. Y como si la niña supiese que la
buscaban, la guardó en
un rincón del juego de las pequeñas pelotas y permaneció jugando por esos
veinte largos minutos. Los de seguridad enviaron personal al lugar y la
hallaron sana y salva.
Ya de regresó a mi casa, mientras conducía mi automóvil,
revivía cada trozo de su historia y mi imaginación ya creaba otra; otra donde
la niña no aparecía y en donde las almas de los personajes de derrumbarían poco
a poco, mientras alguien del pasado de su marido se imponía para realizar una…
venganza.
Esa puede ser una posibilidad, pero
desde luego hay otras, como que la niña no sea en realidad su hija, y se
descubre que mi amiga engañó a su marido. En fin, me sucede lo de siempre, las
escenas comienzan a aparecer una tras otra y la novela comienza a tomar forma,
al menos ya cuenta con un inicio, pero el final, aún no lo tengo.
En fin; desde ahora ya saben cómo soy y... no me cuenten
nada, que lo escribo todo.
PD. La imagen del bolígrafo y papel,
la seleccioné puesto que todas mis novelas las escribo en hojas de papel. Luego,
transcribo todo ello a Word. Ustedes dirán que es un “doble trabajo” pero créanme,
hacerlo me permite ampliar los argumentos y hasta corregir errores.
2 comentarios:
Muy buena narración , como siempre haces en todas tus historias . Las frases de amor , algunas no las veo muy acertadas , otras , son preciosas. Me alegro que tengas en mente otra de tus muchas ideas.!!felicidades por tu imaginación y las musas no te abandonen!!
Me identifico con la fecunda imaginación que posee todo escritor, volamos sin tener alas.
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