lunes, 24 de septiembre de 2012

Posted by Dante Romero On 1:00

Cuando escribimos, plasmamos sentimientos. Tan igual como un artista plástico con su pincel y paleta de colores, seleccionando cual es la palabra o frase idónea para expresar ese cúmulo de emociones de nuestros personajes.

En la semana que pasó, me agradó recibir —por coincidencia el mismo día—, en mis sitios de Twitter y Facebook, mensajes que me invitaron a sentirme muy bien —por mi novela El amor del capitán Stanek—. Llegué a decirme a mí mismo: algo bueno debes de estar haciendo. Ambos mensajes eran de mis lectoras.

En Twitter, Adriangela Ruiz desde la ciudad Caracas, Venezuela; me escribía:

Un abrazo y un beso enorme para un escritor que sabe plasmar sentimientos @DRS_Escritor

@DRS_Escritor Terminé de leer la novela... LLoré. Muy hermosa.

@DRS_Escritor Muy bueno para ser honesta... Y no es un halago, eh?

@DRS_Escritor No dije nada que no fuese cierto y que Ud., no se mereciera.


 Me sentí muy comprometido con sus palabras, al saber que fui capaz de hacerla “llorar” con mi historia, con mis personajes. Todo ello me hizo reflexionar en el poder de las palabras, que cuando son bien organizadas, trasladan a la perfección el mensaje que como escritor decides hacer llegar.

Cuando escribí: El amor del capitán Stanek, tuve que imaginarme en algún momento, los sentimientos de profunda tristeza de Joetta Daniels, al extrañar a John Stanek. Su melancolía, su alma triste, así como también, sus suspiros y alegrías. Tuve que imaginarme también al “renegón” de Frank Donovan. Consideré que los tres harían el triangulo perfecto en mi novela romántica y… no me equivoqué.


 Cuando escribí: La muerte de los trece bomberos, basándome en esa historia real, me imaginé sus aventuras, sus nostalgias por esa tierra italiana dejada atrás, su nueva vida en tierras americanas. Ese tiempo de 1881. La decisión de salvar vidas y extinguir los incendios en esa guerra y finalmente, el momento en que descubrían sus últimos minutos de vida… frente a ese pelotón de fusilamiento.



Debo de confesar que cuando escribo, trato de sentirme tan alegre, triste, astuto o tonto como mis personajes. Suelo repetir sus diálogos o monólogos una y otra vez, hasta sentir en carne propia lo que estoy buscando: la compasión, la ira, la venganza, la burla, la tristeza, la alegría. De no ser así, no libero el siguiente capítulo.

Sí, me acostumbré a hacer las cosas bien, o mejor no hacerlas.

Y antes de “perderme” en esta historia; Audira Sarda, me enviaba esta imagen desde la hermosa Plaza Catalunya de Barcelona, con un mensaje sencillo que lo decía todo: me encantó leerla.



Los halagos recibidos por El amor del capitán Stanek, se suman a los de: La muerte de los trece bomberos; donde también todos ellos, me han dado bellas satisfacciones.

Gracias a todas mis lectoras/lectores en el mundo entero, a los amigos y a los comentarios en los blog, por alentarme a continuar escribiendo. Sus palabras son los trofeos más hermosos que he podido recibir en la vida.

Gracias a mi amigo Amazon, que siempre sabe “llegar” a cada rincón del planeta entregando mis libros.

Dentro de tres semanas más —octubre 2012—, les anunciaré la presentación de mi tercera novela. La cuarta: febrero 2013.

Nos leemos. Hasta pronto. Ci vediamo.

DRS.


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lunes, 10 de septiembre de 2012

Posted by Dante Romero On 0:30

Nuestros besos diurnos,
están matizados de colores.
Saben a miel y huelen a campo.
Nuestras manos de exploradores,
quisiera poseer el hipocampo.
Para esas noches de mar profundo,
donde desvanecidos de tanto amar,
quedamos.
Y nuestros besos nocturnos,
ah, nuestros besos nocturnos,
bajamos las estrellas en un segundo,     
antes de quedar dormidos y soñar,
que pronto amanecerá y… volveremos a amarnos.

De mi libro “fragmentos de amor” edición 2012, registrado en INDECOPI Lima-Perú. Derechos internacionales reservados.






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