Cuando escribimos, plasmamos
sentimientos. Tan igual como un artista plástico con su pincel y paleta de
colores, seleccionando cual es la palabra o frase idónea para expresar ese cúmulo
de emociones de nuestros personajes.
En la semana que pasó, me agradó
recibir —por coincidencia el mismo día—, en mis sitios
de Twitter y Facebook, mensajes que me invitaron a sentirme muy bien —por mi
novela El amor del capitán Stanek—.
Llegué a decirme a mí mismo: algo bueno
debes de estar haciendo. Ambos mensajes eran de mis lectoras.
En Twitter,
Adriangela Ruiz desde la ciudad Caracas, Venezuela; me escribía:
Un abrazo y un beso enorme para un
escritor que sabe plasmar sentimientos @DRS_Escritor
@DRS_Escritor Terminé de leer la
novela... LLoré. Muy hermosa.
@DRS_Escritor Muy bueno para ser
honesta... Y no es un halago, eh?
@DRS_Escritor No dije nada que no
fuese cierto y que Ud., no se mereciera.
Me sentí muy comprometido con sus
palabras, al saber que fui capaz de hacerla “llorar” con mi historia, con mis
personajes. Todo ello me hizo reflexionar en el poder de las palabras, que
cuando son bien organizadas, trasladan a la perfección el mensaje que como
escritor decides hacer llegar.
Cuando escribí: El amor del capitán Stanek, tuve que imaginarme en algún momento,
los sentimientos de profunda tristeza de Joetta Daniels, al extrañar a John
Stanek. Su melancolía, su alma triste, así como también, sus suspiros y alegrías.
Tuve que imaginarme también al “renegón” de Frank Donovan. Consideré que los
tres harían el triangulo perfecto en mi novela romántica y… no me equivoqué.
Cuando escribí: La muerte de los trece bomberos, basándome en esa historia real, me
imaginé sus aventuras, sus nostalgias por esa tierra italiana dejada atrás, su
nueva vida en tierras americanas. Ese tiempo de 1881. La decisión de salvar
vidas y extinguir los incendios en esa guerra y finalmente, el momento en que descubrían
sus últimos minutos de vida… frente a ese pelotón de fusilamiento.
Debo de confesar que cuando escribo,
trato de sentirme tan alegre, triste, astuto o tonto como mis personajes. Suelo
repetir sus diálogos o monólogos una y otra vez, hasta sentir en carne propia
lo que estoy buscando: la compasión, la ira, la venganza, la burla, la tristeza,
la alegría. De no ser así, no libero el siguiente capítulo.
Sí, me acostumbré a hacer las cosas
bien, o mejor no hacerlas.
Y antes de “perderme” en esta historia;
Audira Sarda, me enviaba esta imagen desde la hermosa Plaza Catalunya de Barcelona,
con un mensaje sencillo que lo decía todo: me
encantó leerla.
Los halagos recibidos por El amor del capitán Stanek, se suman a
los de: La muerte de los
trece bomberos; donde también todos ellos, me han dado bellas
satisfacciones.
Gracias a todas mis lectoras/lectores
en el mundo entero, a los amigos y a los comentarios en los blog, por alentarme
a continuar escribiendo. Sus palabras son los trofeos más hermosos que he podido
recibir en la vida.
Gracias a mi amigo Amazon, que siempre sabe “llegar” a cada
rincón del planeta entregando mis libros.
Dentro de tres semanas más —octubre
2012—, les anunciaré la presentación de mi tercera novela. La cuarta: febrero
2013.
DRS.
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